En una comedia dramática, un momento en la vida de tres hermanos de distintas como definidas personalidades quienes deben determinar sobre la vida de alguien y su ejecución. Es la noche de Año Nuevo y todo gira en torno a comenzar un nuevo año y una nueva vida.
El Autor:
Alberto Pedro Torriente (1954) actor, poeta y dramaturgo cubano. Ha escrito más de 15 obras, entre ellas, Weekend en Bahía, Desamparado, Pasión Malinche, Delirio Habanero, Mar Nuestro, El Banquete Infinito. Integra con Miriam Lezcano el “Teatro Mío” que ha llevado a escena buena parte de sus textos, entre ellos Manteca.
Manteca, escrita en 1993, ha sido puesta en distintos escenarios y latitudes; en la misma Cuba como también en Canadá (1997), USA, España y Francia (2001). Es una comedia dramática cuya temática social la sitúa entre las principales piezas, uno de los trabajos más valientes, una de las más emblemáticas de la década de los 90. Manteca, es un momento en la vida de tres hermanos de muy distinta como enfrentadas personalidades quienes tienen que definir sobre la vida de alguien y su ejecución. Es la Noche de Año Nuevo y todo se envuelve en comenzar un nuevo año y una nueva vida.
La primera vez que vi Manteca quedé impactado, no sé si por el hecho de ser uno de los once millones de Puchos, Dulces o Celestinos de la obra, no sé si por la valentía de exponer, a veces con sutileza, otras con un realismo descarnado, una problemática que en nuestra vida cotidiana, incluso íntima, nadie se atrevía a mencionar en Cuba por razones obvias: La pérdida de la posibilidad de lo distinto. Hoy, a diez años de escrita y estrenada, tengo el inmenso privilegio de dirigir Manteca en Washington, D.C. gracias a esas hormigas incansablemente trabajadoras que se llaman Teatro de la Luna.
Manteca, de Alberto Pedro Torriente, es una de las obras más significativas e interesantes del teatro cubano de la última década. Con un lenguaje directo, sin tapujos, logra extraer la esencia de la vida del cubano de a pie, la cual, lamentablemente se mantiene intacta, sin cambios, tan inamovible como el propio sistema que la engendra, a través de la historia de tres hermanos tan distintos en sus personalidades como en sus maneras de ver y enfrentarse a esa realidad que los ahoga. Manteca es real, concreta, dolorosa, libre, tan libre como la novela que Pucho no publicará jamás. De ahí mi interés en ella, de ahí mi compromiso como director: mostrar ese revoltillo de principios y necesidades que padece ese pueblo a través del teatro, a un público cada vez más ávido en deseos de conocer lo que por sus propios ojos le está vedado. Como dice Alberto Pedro en los labios de Pucho “…el problema no estaba en comer, sino en la pérdida de la posibilidad de lo distinto...”. Como director, pero sobre todo como cubano, sea esta obra dedicada a todos aquellos que en Cuba y en el mundo luchan contra viento y marea por mantener viva la posibilidad de lo distinto.