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Y, como dijo Don Pablo…
En un viejo libro copiador (prensa manual y hoja mojada) se puede leer:
Lugar:……………….. Pueblo del Parral, República de Chile
Fecha:……………….. 12 de julio de 1904
Nombre:……………... Ricardo Eliécer Neftali Reyes
Sexo:………………… Masculino
Señas particulares:…… Ninguna
Fallecimiento:……….. 23 de Septiembre de 1973 (Fuera de esta Localidad)
Nada más. Eso es todo. Aunque queda la posibilidad de aclararlo (en algún lugar de esa página), que la persona así registrada en realidad era Pablo Neruda. El hecho claro es que Don Pablo Neruda nació en su tan querida Chile, escribió poemas, y muere (físicamente) en su tierra natal, para permitir el nacimiento mítico del poeta que transita cosmográficamente signos y estructuras. Por entenderlo así, es que al tomar el “Canto General,” no arrolló su condición épica, nos envolvió su conducta histórica, nos sacudió su postura anecdótica. Y elevamos como meta de conquista las pautas antes mencionadas: Lo épico, histórico, anecdótico. Surgieron las frases que guardan el secreto, las abrazamos con acciones y sentimientos, con colores y ritmos, como dice Don Pablo: con el encadenado perfume de las lilas. Lo épico nos emocionaba tanto como nos dolía lo histórico, volviéndonos por momentos una forma parlante de un volumen anterior. Fue donde apareció todo lo anecdótico y con ello la carga de humor que es sin duda el rasgo más característico del hombre continental. La obra está escrita para leer, pero las pautas la movilizan hacia una corporización que no pudimos detener y por eso la traemos y exponemos a todo tipo de consideración, con el firme propósito de lograr una respuesta vital, una respuesta que sea la ruptura de la valla imaginaria que nos separa y usted comparta con nosotros la magia del sonido verbal.
Vamos, cante con nosotros, abrace la esperanza, invite a soñar a sus duendes, intente más allá, que la vida empieza en el límite de su mirada y no en el límite de la nariz. Y, como dice Don Pablo, asómate a su cabellera… monta guardia en el límite de sus hojas… deja que la luz del día te penetre… (y siéntete) amamantado en sangre de tu herencia. |
